Quizá una casualidad -que no existen según la crianza y la educación que me dieron-. La última entrada que tuve fue en agosto pero de hace 5 años. Qué llamó a mi mente a recordar este blog y el tiempo sin decir nada de lo que digo: una casualidad increible, una de esas bofetadas de destino que hacen pensar que no todo se rige por razón y cerebro.
Hoy es el día de cumpleaños de mi hija. Ya no hay dibujos de corazones y garabatos por la casa, ni tengo el dormitorio lleno de juguetes y cartas de amor ni pequeños zapatos abandonados por toda la casa; hoy ya no hay nuevos animales de felpa para desearle un excelente año; probablemente por eso decidí entrar de vuelta, es mi mortalidad que me llama y no quisiera pasar desapercibida un año más de vida.
La maternidad aunque -suene cruel y muy tardía la reflexión- nunca fue mi fuerte, así que parte de lo que he tratado de inculcarle en la cabeza de mi retoño es vivir a plenitud su independencia y tomar responsabilidades desde muy pequeña sobre sus acciones; de esta manera cada una de sus acciones -que observo a una distancia prudente- suelen dar sus propios frutos. Un poco el juego de ser y estar pero no demasiado, nunca ser indispensable. He pensando en mi mortalidad desde que tuve consciencia de ello; recuerdo la primera conversación que tuve con un ser humano acerca de la muerte: fue con mi hermano menor y hablamos del cielo y el infierno mirando una pintura gótica de la enciclopedia. En ese momento se sintió terrible, recuerdo que me dejo sin dormir algunas noches el pensamiento de no ser eterna, de saber que iba a desaparecer. Luego hablé al respecto con alguien "grande": mi abuela; mujer muy religiosa que me instruyó en que el espíritu no muere sino que va a vivir al lado de los ángeles, pero bajo la tortura de no poder regresar sino hasta el juicio final. Así fui conversando con otros porque una vez que un tema se radicaba en mi cabeza no dejaba de hablarlo hasta satisfacer por completo mi exigencia. Luego fui con mi papá; científico de profesión- que me explicó que la materia se transforma en energía y se desplaza al universo; luego fueron los teósofos que me contaron que el alma reencarna muchas veces, tantas y cuántas sean necesarias; budistas que me explicaron la esencia del hombre y la filosofía de la vida.... En fin, me dí la tarea de buscar el significado de mi muerte, pero creo que lo más importante es que me dí la oportunidad de cambiar de escena y personaje, siempre fue la actriz principal de mi papel pero logré ser de diferentes formas y compartir con muchas personas diferentes épocas de mi vida.
Con los 16 años de mi dulce ángel terrenal llego al momento en que mi propia existencia quizá ya pasó la mitad o más de lo que se pretenda que viva; sin ningún remordimiento porque me iría tan feliz como una lombriz; me preocupa más la mortalidad de los otros, de quienes me rodean. Darse a la tarea de comunicarle a todos los seres que han contribuido con la construcción de mi vida lo agradecida y la profundidad de su existencia, aún para muchas personas que dejé de ver muchos años atrás y quienes me "lastimaron" a mi modo de ver el mundo y al mismo tiempo me enseñaron un lado diferente de los sentimientos y de la humanidad.
Como el conocimiento es el conjunto de todo lo que vamos aprendiendo en el camino he llegado a la conclusión de que la muerte no es el fin; he mezclado todo lo que investigué - para darle validez a todos quienes contribuyeron con mi filosofía personal-, quien muere no se va, nos enseña y nos protege, quien muere nacerá nuevamente, quien muere nos observa desde el un lugar mejor (el cielo de mi abuela!!!), quien muere es capaz de viajar en el tiempo y en el espacio y al ser materia se transforma y es parte del todo que nos rodea.
Dejar de existir, dejar de ser eso que soy hoy: la mamá de Isabella que está de cumpleaños 16 y que es la mujer más magníficamente imaginable posible que pude haber creado desde mi vientre hasta su existencia actual -de la que no me jacto porque es más suya que mía-; dejar de ser el ser humano que escribe, que respira y vive entre el montón, entre el tráfico por las mañanas, entre el estrés del va y ven de los días, entre los besos, el vino, la calma y la tormenta... entre mi gata y mis sueños; dejar de ser, dejar de ser, dejar de ser.
Hoy soy, hoy sé que soy más que la madre, más que la trabajadora, más que la amante, más que la mujer, más que la persona, hoy soy y quiero compartirlo.