No hay mucho que decir, no hay mucho más que hacer. Todo debería venir con una naturalidad casi inocente, una paz envolvente de esas que te hace caer lentamente rendido sin ganas de luchar, sin ganas de pensar, sin ganas de sentir más que un momento de plena alegría. Ya sabemos que la felicidad es relativa, especialmente para los creadores de revoloteantes mariposas fantasmas y del viento que desordena las ideas; para quienes no se conforman con poco, los que se pasean por la vida buscando sensaciones, los que no quieren olvidar, los que viven de poesías…. Voladores incansables.
Viene a ser difícil de explicar, casi como hacer un garabato en un papel y decirte que es un gato… En tus ojos nacería ese brillo de alguien que se queda sin entender, de alguien que pierde la fascinación. Tengo todavía mucho que aprender, me quede sentada en la mitad de un camino y retome mi ruta. Tome un vía alterna a la realidad y me perdí en mi misma. Me aleje de todo, me encerré en mi cocha, me permití el silencio y descubrí que la vida me da mas de lo que pido y que estas esperándome a la vuelta en algunas esquinas pero caminas del otro lado de la calle y que también te encierras en tu mundo que no me pertenece para nada, es ese mundo donde mis miedos se cobijan por la noche y algunas veces sueñan infantiles pesadillas.
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